jueves, 21 de agosto de 2008

Del Teatro al recuerdo, y de la casualidad al Teatro


Diez minutos para las siete de la noche y en el teatro Municipal me aguardaba la última función de temporada del show “Tres cuerdas”, aquella noche con una puesta de guitarras con lo mejor de la música celta, y yo a aún a cinco cuadras; aspiré de mi colilla blanca su último hollín de muerte y empecé mi estampida entre mimos, transeúntes y mercachifles; en las intersecciones de San Martín con Bolognesi una fémina del orden con la palma de su mano derecha y un estruendoso pitar detuvo mi acelerado paso, y dio consentimiento al carnaval amarillo, pero no fue el homogéneo tráfico lo que llamaría mi atención, en la otra acera un metro setenta caminaba en botas, y en su espalda filuda caían unos crespos bien hechos que desordenaron –aún más- los míos, al final de ellos unas caderas fértiles dibujaron mis futuros pasos, era Maribel, reconocí rápidamente su altivo andar -y algo más-, en verdad era conocido en todo Fátima – su antigua Urba-, descuidé mi cauce anterior y enajenado me eché a seguirla; me dijeron que se fue a vivir a Lima, que su hermana la menor salió embarazada, que mas daba, ya habría tiempo para las preguntas, la realidad es que estaba cerca de mí, hasta podía inhalar de su italianísimo Dolce Gabbana; durante el recorrido de dos cuadras recordé al detalle nuestra primera cita, fue en el viejo cine Primavera hacía ya dos años, la noche de nuestro primer beso y la anterior a nuestro último -fuimos a ver una de esas películas de Scorsese donde no se cansa de mostrar violencia e irlandeses-, desde ese entonces a la fecha ya muchas cosas habían cambiado, yo ya no tenía novia, en verdad ni perro quien me ladrase, ¿y ella?, buenoo, bueno ella estaba a dos metros delante mío, de pronto nos detuvimos unos segundos por misericordia de la luz verde de un viejo semáforo; Dice Einstein que los planos universales son curvos, Coelho que el Universo conspira, Sábato que existen los estratos horizontales, Calamaro que es tan redonda la ciudad que algún día nos caeremos los dos, y mi madre que el mundo es un pañuelo, por mi parte creo que la casualidad es solo la percepción de ésta; intenté emular al célebre Alfie –al Cain, no al Law- y me detuve a su lado, contraje la garganta y sin mirarla articulé un saludo que contuviese la palabra que aprendí esa mañana: alacridad. “Mis ojos y su alacridad contrastan con esta ciudad cada vez mas triste desde que te fuiste, Maribel” cantaron mis labios, y me di la media vuelta hacia ella con los ojos tan afilados como la hoja de un papel nuevo, ella más sorprendida que contenta resumió su saludo a un beso protocolar y un escueto “Hola”, de pronto un destello dorado de su anular cegó mis intenciones, mas no mis ojos, que esta vez como dos bolas de jazz en querosene reconocían delante nuestro a un fortachón con cara de muy poca camaradería, quien como estreñido nos observaba, como aguardando un desenlace, la observé por un nanosegundo mientras el verde cedía su luz al rojo, y solo acerté a otro beso protocolar, pero esta vez de despedida, acompañado de un entredentado “Hasta luego, cuídate”; un giro de ciento ochenta grados y estaba otra vez camino al teatro, y también a salvo; ya ubicado en platea, en la butaca diez de la fila siete, recordé –otra vez- aquella primera cita y pensé que desde aquel entonces las cosas sí habían cambiado, me pregunté si tocarían el estribillo de aquel tema de Drupick Murphys que formaba parte de la banda sonora del citado filme de Scorsese, que vimos aquella noche y que silbé como un demente al salir del cine, ese mismo estribillo que reconocería años mas tarde en una danza interpretada por los Flor de Loto; súbitamente recordé –otra vez- el coloquial dicho de mi madre y como un escalofrío me invadió –una vez más- la percepción de la inexistente casualidad.

3 comentarios:

cielo dijo...

Linda historia, pero con un final muy frio, o sera que asi es la cruel realidad de la vida?

Anónimo dijo...

genial! me enkntó y terminó genial, y con el rush de shipping up to...
me encantaron todas tus referencias literarias, las madres son las madres de los sabios; buen cine, buena música. Que vivan los alfies revelados -y caídos-, y la música celta!
la vida es una maravilla!

Natalia

christine dijo...

recorde esa vieja gaita de aquel lejano irlanda,y piratas y demas....
tu casualidad me hizo recordar a un pasaje de una novela en la cual el encuentro fue breve pero suficiente para llenar el vacio que sentia por esos dias ...
christine