viernes, 22 de febrero de 2008

De mis muñecas y tus tules


Ven pronto, preciso decirte cuanto pienso, y así mueras conmigo mientras estoy muriendo; muriendo ya muerto. Entre charcos de diluido vino con mi boca en aparente oda al cielo, imagino en el infierno nuestro pronto encuentro; yo sin manos, tu sin velo.

Desaguaderos de la memoria

Luego de veinte pasos del umbral mezcla de cobre y ámbar, se permitió observar a todas, desfiló entre nueve, todas arrojadas sin paños, ausentes de casimires y bombachas, y aún en los más lampiños y felpudos cueros podía observar sus orígenes de casta, la diversidad de jaez, la diferencia de clases y la igualdad de oficio. La vergüenza de una advenediza que ocultaba sus ojos y contraía sus pliegues contrastaba con la virilidad del mancebo, a quién la experiencia hacía ver moldeado, su desfile entre largas aspas de viejos ventiladores de techo, pasamanos mohosos y un viejo parquet blanqueado por la caída de rancias bebidas fue lento, en contemplancia paciente escudriñó con su mirar hasta que no quedó ninguna, se detuvo al unísono de la voz de un petizo norteño que en tono chillón le decía, estás son todas Dr. Sevilla, entonces recordó a una que mentalmente separó, una que era distinta siendo igual a las demás, diminuta pero compacta, morena en lacios cabellos, de nalgas ostentosas, de tetas pequeñas y atrapables con sola mano, así gustaba él, de sexo motudo, pies chiquitos y nariz delgada, una mujer mestiza, común y mediocre, una ramera más, sin embargo al verla parpadeó dos veces, dos veces y sin cerrar los ojos, prendió un nuevo cigarrillo con la colilla del anterior y a pesar de sentirse sin sombra, no se tomó el esfuerzo de mirarla a los ojos, se animó solo a un close-up vaginal, a decirle al petizo norteño y chillón, “la quinta”, este acarició su negro y tosco bigote mas impulsado por la sorpresa que por la manía, ¡Edith¡, cantando gritó, y Edith al oír su nombre dibujó una sonrisa, la infeliz no tenía conciencia de ser la quinta o la décima, contabilizar ya se le había olvidado pues el chulo de sus desdichas a prepo de caña la intoxicó por semanas olvidándose casi hasta de su propio nombre, Edith dio un paso al frente y afirmando las piernas para mostrar los suyo, dibujó una segunda sonrisa, las ocho restantes se marcharon, de todos modos no es hora habitual de trabajo, es así que el mancebo moldeado la tuvo gimiendo hasta las últimas nostalgias, y con ella la recordó, del único modo que podía recordarla, al mediodía, en una habitación sucia y de olores a mierda, entre miseria y enfermedad, evitando sufrir por los desaguaderos de la memoria, reverdeciéndola, haciéndolo tan mal que parecía mayor de lo que aparentaba y más joven de lo que era; en tozuda memoria y embriagado recuerdo, sentía que la mataba, reviviéndola otra vez.

Al alba primaveral


Ya los dorados cabellos del rey te abrazaron, y tus hadas marquesinas con besos de alba bendijeron tu día. Ya el relinche de los caballos de ruedas anunciaron tu andar, y conociéndote, tus jockers ya te robaron risas sin anunciar. Yo a cientos de millas paso mis días,sin séquito de bienvenida ni pañuelos de adiós,en comarca sin corona ni bufones.

18-10-2007